En ese tiempo estaba harta de la vida, aburrida y sin rumbo concreto, incluso había perdido cualquier esperanza de encontrar al príncipe azul. Me decidí a dejar las ilusiones románticas y me volví cada día más cínica, más exigente, más mamona pues.
No voy a negar que llegué a salir con un par de gentes, pero nada, era como hablar con un espacio vacío, algún detalle era suficiente repelente y simplemente era un ''me retiro'', sin más.
Si algo me interesaba menos que nada, era convivir o saber cosas sobre los vecinos, siempre me parecieron idiotas con costumbres estúpidas. Toda esa gente de la colonia en la que crecí era más de lo mismo, descartando a mis amigos, el resto eran personas sin objetivos, fans de cualquier porquería naca, narconacos y sí, lo diré, puro pendejo. Tal vez alguno de esos seres me dirigía la palabra y yo le respondía, pero casi nunca estaba en casa, por lo regular solo llegaba a dormir y bañarme.
Pero el milagro sucedió, ese día no había nada qué hacer, recuerdo que había terminado uno de los proyectos del trabajo y eso se traducía a tiempo libre, sumando que había finalizado un periodo de exámenes y trabajos finales, así que tampoco había clases ¡Milagro!
Desperté a las 10 de la mañana, sedienta y sin cruda, porque el día anterior no bebí ni una sola gota de alcohol.
Recuerdo que mi madre me insistió para que le acompañara a ir a la tienda, así que me puse cualquier ropa, ni siquiera iba arreglada, solo lentes de sol y ya.
Tan aburrida y poniéndo los ojos en blanco cada vez que mi mamá se detenía a saludar a alguna vieja chismosa, pero ya saben cómo es esto, nunca te avisan, lo más importante siempre pasa en los momentos menos esperados ¡Por supuesto que mi idea no era precisamente de regreso de la tienda y menos junto a mi madre!
Entonces, cruzando uno de los estacionamientos, caminamos hacia unas pequeñas escaleras que conducían a un caminito que daba directo a la casa, por ahí vivía un sujeto que le hablaba a todo el mundo, bastante agradable y de actitud jocosa, saludó a mi madre, entonces yo volteo a devolverle el saludo y fue como si un golpe me dejara sin aire, como si todo fuera en cámara lenta, abrí los ojos como platos, agradecida por llevar aquellos lentes de sol.
Por suerte nadie lo notó, pero es que mis ojos se quedaron prendados de aquel ser de piel tan blanca como hoja de papel que acompañaba al vecino. Era alto, su ropa negra resaltaba aún más la falta de menalina en su piel y una barba pelirroja. Les juro que tal vez algo así sintió Bella al ver a Edward, aunque suene trillado. Apenas si me respondieron las piernas.
Pude notar un par de tatuajes en su brazo, chico malo, destrózame la vida, pensé.
Entonces, de repente, mi madre terminó el parloteo con el vecino y me dijo ''vamos, hija''. Y yo ya había dejado el corazón ahí mismo, yo ya había perdido todo, yo ya no estaba completa nunca más sin él...
Au Revoir!! <3
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