Sin misterios, pura metáfora

¿Cómo explicarlo en una  sola palabra?
Cuando el torbellino se fue dejó un vacío, se llevó al igual que los buenos momentos, un pedacito de mi. Entonces, cuando decidí dejarle ir, dejarlo partir junto a un año agónico, la herida se convirtió en una cicatriz, una marca de sutura, no, no una marca grande, una pequeña, de las que ni se notan pero a veces uno las mira para no olvidar el camino que se tomó para alcanzar el punto del presente en el que nos hallamos.

Justamente, no hay tiempo, eso es un mito, porque un solo evento que dure dos segundos servirá para mover las piezas hasta el orden que siempre debieron tener. De esta manera, tan rápido como los sobresaltos que nos hacen despertar de un largo sueño, yo le hallé o me halló.

Huimos constantemente, nos aferramos el uno al otro y sabemos lo que piensa el otro. No hay misterio, no hay barreras, no hay nada, somos transparentes. Somos libros abiertos, supervivientes de la jungla de asfalto, de los campos de lodo y cenizas de incendios dolorosos. Somos los acertijos resueltos del ayer, la conclusión de tantas historias inconclusas.

Yo no veo ni estoy interesada en los futuros, solo puedo percibir el aquí y el ahora, porque no hay necesidad en este viento en calma.

Sin embargo, somos solo dos extraños a quienes no les interesa el misterio, dos extraños conocidos que gustan de destruir el mito de todo lo existente.

Ni ying ni yang, solo este par de prófugos que, tal vez, mañana no seremos los mismos, pero hoy lo viviremos...

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